El Latín en el Lenguaje Jurídico
Cuando era estudiante de secundaria, mis constantes quejas por tener que aprender una lengua muerta como el latín eran invariablemente respondidas con la misma perorata: “Bueno, es que si quieres ser abogado cuando crezcas…”. En aquel tiempo, esto me parecía un consuelo insuficiente.
Desde entonces, crecí y jamás me convertí en abogado; pero traduzco documentos jurídicos, por lo que la pertinencia de aquel viejo sermón sigue vigente en gran medida. Sin lugar a duda, la terminología jurídica contiene un sustancial número de expresiones en latín. De hecho, bastantes de ellas se han incorporado incluso al lenguaje coloquial, como de facto.
¿Por qué encontramos tantas expresiones latinas en el lenguaje jurídico?
En las traducciones jurídicas, estos términos tienden a transitar sin cambios entre las distintas lenguas, lo que hace que nuestro trabajo como traductores sea un poco menos complicado. Pero, ¿cómo es posible que estos términos, nacidos de una lengua hablada en una parte relativamente pequeña del mundo hace tantos siglos, hayan logrado imponerse con tanto arraigo en los sistemas jurídicos contemporáneos?
Para responder a esta pregunta, primero tendríamos que recordar la duración del Imperio Romano. Roma se fundó en el 753 a.C. y, si consideramos la caída de Constantinopla en 1453 d.C. como el colapso definitivo del imperio, nos encontramos ante un periodo que abarca más de 2,200 años. Durante este tiempo, el latín – su lengua oficial – se arraigó con tanta fuerza en Europa Occidental que se convirtió en la base de la mayoría de las lenguas que se hablan en esa región hoy en día (https://www.juridicainternational.eu/public/pdf/ji_2005_X_199.pdf). En particular, el latín se convirtió en la lengua de la gobernanza, la administración y el comercio, incluidos los procesos legales.
Tras la caída del Imperio Romano, el latín mantuvo su jerarquía en Europa Occidental, consolidando su posición en otros aspectos de la vida como la ciencia y la religión, especialmente durante el Renacimiento. Paralelamente, se desarrollaron en esta parte del mundo sistemas jurídicos locales influidos principalmente por el Derecho Romano (https://www.britannica.com/topic/Roman-law).
De acuerdo con el historiador escocés Alan Watson, a este proceso contribuyó en gran medida el “préstamo legal”, en virtud del cual los abogados solían tapar los huecos de la legislación local remitiéndose al Derecho Romano (https://voegelinview.com/the-contribution-of-roman-law-to-modern-legal-systems/).
Esta tendencia se ha aplicado igualmente a los términos y conceptos, por lo que la presencia de términos como habeus corpus, in rem, de jure, etc., (incluido hasta el mismo etcétera, proveniente del latín et cetera) es habitual en los textos jurídicos de hoy en día.
Así que ya me cayó el veinte. Era por esto que, cada vez que cuestionaba la lógica de estudiar latín en la escuela, recibía la misma respuesta ad nauseum.
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